Por María Sol Villena
“Una de cada cuatro de las 209 mujeres que
murieron en los primeros nueve meses del 2013 eran novias de sus atacantes”[1]. “En el
2015 una de cada diez jóvenes padece noviazgo violento”[2]. “El
mayor porcentaje de víctimas se encuentra entre los 14 y 21 años”[3]. “El 50
% de las mujeres adultas que conviven con parejas violentas tuvieron su origen
en el periodo de noviazgo”[4]. Estos datos son alarmantes a la hora de
pensar en las jóvenes y adolescentes que se encuentran hoy buscando una pareja.
¿Por qué se llega a una relación violenta? ¿Cuál
es la causa o el origen de la misma? Hay varios estudios e investigaciones que
afirman que algunas de las causas tiene que ver con una personalidad débil de
la victima, es decir, la baja autoestima, la falta de carácter, la inseguridad
afectiva, y sobre todo la idealización del “amor romántico” que existe en las
niñas como “construcción subjetiva” del amor. Así como la construcción de
estereotipos ideales de mujer y de
hombre que son instalados por la sociedad y la cultura que determinan el
comportamiento de cada uno, reforzando la desigualdad de género.
Me voy a detener en “la construcción subjetiva
del amor”. La misma hace referencia a las ideas culturales que se tiene sobre el
amor o sobre estar enamorado/a. es una construcción subjetiva porque se
construye cultural y socialmente, se acepta, se legitima y se naturaliza. Por
ejemplo el hecho de que el papel que le toca a la mujer es el de la “princesita
que es indefensa, que hay que rescatar y que no puede defenderse sola, y que si el príncipe no
aparece y la rescata… ella moriría y no podrían vivir felices por siempre”
(buaaa!).
Por muchos años nos han metido en la cabeza (a
todos, hombres y mujeres) esta idea de que la “femeneidad” es la idea de una
mujer sumisa, débil, callada, dependiente, reservada, pasiva, domestica,
emocional y poco importante. Lo peor de todo es que nosotras hemos aceptado esa
idea y la hemos reproducido en nuestros hijos e hijas! Y por supuesto la “masculinidad”
habla de un hombre activo, que no expresa emociones, fuerte, defensor,
autónomo, público, racional, con emociones controladas (no llora) e importante.
Debido a esta construcción cultural de lo que “debe” ser un hombre y una mujer,
las mujeres creen que “amar es darlo todo
por esa persona” “amar es cuidar y
hacerlo feliz” “amar es dar todo”.
De estas declaraciones tomada de adolescentes en un campamento, las cuales
coinciden con las respuestas obtenidas en varios estudios que se hicieron en
distintos colegios a adolescentes[5], es que
se desprende lo que las autoras Natalia Gontero y Carolina Guevara[6] llaman “amor romántico” como la
construcción ideal del amor en la chicas jóvenes, un amor que es capaz de renunciar
a todo por el otro, y de dar todo. Por otro lado, desde la perspectiva de los
varones amar es “compartir y tener
confianza” “amar es estar ligados en
sus almas” “amar es pensar en esa
persona y estar pendiente de ella”. En este sentido las autoras hablan de
una “masculinidad hegemónica” donde
el amor es reconocido por la posesión sobre alguien, por el interés de una
persona sobre otra, y en este caso el dominio del hombre sobre la mujer.
Concepciones que devienen de construcciones subjetivas culturales aceptadas
socialmente y que marcan un tipo de relación asimétrica entre hombre y mujer,
donde el hombre es superior. Este es el contexto que da lugar a una relación
violenta, cuando estos estereotipos se profundizan y se arraigan en una pareja.
Cuando Dios creo al hombre y a la mujer no los
puso en posiciones diferentes, contrario a lo que todos piensan, Dios los hizo
iguales. El libro de Génesis en el primer capítulo leemos: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen
de Dios lo creó: varón y hembra los creó. Y los bendijo y les dijo: fructificad
y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla, y señoread…” En este pasaje Dios mismo está colocando a los
dos, varón y mujer, en posición de iguales. En relación a esto podemos decir
que el plan original de Dios siempre fue que ambos sean “iguales”. Asimismo en
el libro de Gálatas capitulo 3 verso 28 (Nuevo Testamento) encontramos que
Pablo escribe: “En Cristo, ya no hay judío ni griego; ya no hay esclavo ni
libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”.
Una vez más encontramos que cuando volvemos al plan original de Dios, del cual
la humanidad se alejó a partir de la caída de Adán y Eva, Dios, a través de
Jesucristo, su hijo, restablece su plan primario, tanto en las relaciones
sociales (aboliendo todo racismo), en las relaciones laborales (aboliendo la
explotación del hombre por el hombre) y en las relaciones afectivas o de pareja
(aboliendo toda diferencia de género). Por supuesto que este tema es mucho más
amplio que lo tocaremos en otros artículos.
Para concluir. La violencia en el noviazgo se
da cuando profundizamos y aceptamos las ideas culturales que nos son impuestas
por el sistema. Entonces debemos salir de esos estereotipos impuestos, ya que llevan
a una relación asimétrica, una relación donde se establece el par dominador –
dominado, basándose en una transgresión a las normas sociales generando un
vínculo de amo y esclavo, a esto se le conoce como “VIOLENCIA”, donde existe la posibilidad de
aniquilación del más débil.
Recordemos que esta desigualdad de género no
es lo que Dios había pensado para la humanidad. Dios colocó a hombres y mujeres
iguales, les dio las mismas funciones, no hizo distinción cuando les mandó a
gobernar la tierra. Y Solo en Dios podemos volver a restaurar este vínculo. Las
personas hacemos diferencias. Dios no.
[1] Observatorio
de Femicidios en Argentina, de La Casa del Encuentro, una ONG de Buenos Aires.
2013.
[3] Ministerio de Desarrollo Social Porteño. 2014.
[4] Diario perfil 18/10/15
[5] Natalia Gontero y Carolina Guevara: Violencia de género en
noviazgos adolescentes. Reflexiones desde una experiencia de extensión.
Ponencia COMPANAM 2013. Córdoba Argentina.